sábado, 4 de septiembre de 2010

MI AMIGO RAUL ¿UN GENIO?

Escribe Jaime Sandoval Espinoza

Data: 4 de septiembre, 2010

“Hola Sandoval. ¿Sabes que he inventado dos ciencias?” Así, con estas palabras, empezó una conversación telefónica que se prolongó por más de media hora, una ya lejana noche del año noventa y tantos. Lo curioso es que mi interlocutor y yo habíamos perdido todo contacto desde hacía más de veinte años y lo primero que se le ocurrió decir a mi amigo cuando me llamó fueron esas palabras tan poco convencionales para la ocasión.[1] Y desde entonces hasta la fecha nuestros encuentros personales, telefónicos o por correo han sido así de espontáneos e inesperados; pero todos preñados de novedades y de información interesante, sugerente y fuera de lo común.

Valga la referencia anterior para dejar entrever algo de la extraña personalidad de quien motiva estas líneas. Hace pocos días estuvimos reunidos algunos miembros de la Promoción del año 54 de la que en su tiempo fue la Gran Unidad Escolar Bartolomé Herrera y que ahora es uno de los Colegios Emblemáticos totalmente remodelados por el actual gobierno. Y, como era de esperar (valga la paradoja), nuestro amigo se apareció para anunciarnos que uno de estos días de Septiembre culminaría la obra de su vida con la firma de unos contratos para producir industrialmente lo que llamaremos por el momento la máquina agrícola: una máquina para trabajar la tierra, versátil, funcional, adaptada a nuestra geografía y sobre todo sumamente económica; fruto de la incorporación de técnicas y tecnología originales desarrolladas por él. Esa será su contribución a resolver el problema del minifundio en el Perú y del hambre en el mundo. Así de simples y así de ambiciosas sus ideas y sus pretensiones.

Para poder apreciar con mayor objetividad sus afirmaciones es necesario remontarse a muchos años atrás cuando esas ideas empezaron a germinar en su cabeza. Yo sólo puedo dar cuenta parcial de ellas desde los años de secundaria cuando, allá por el año 1953, llegó al Bartolomé Herrera trasladado de otro colegio, un muchacho moreno, flaco, desgarbado y juguetón, a quien nadie nunca lo tomó en serio; ni aún ahora, medio siglo después. Debo confesar que yo también participaba de esa misma apreciación hasta que recibí esa inesperada llamada a fines de los noventa y comencé recién a conocerlo y a saber parte de su historia, de sus proyectos, de sus elucubraciones y de su particular forma de mirar el mundo y de comportarse en él.

Uno de los problemas que tiene, del cual parece no estar consciente, o si lo está no parece importarle mucho, es su dificultad para comunicarse con los demás. Y no es que sea introvertido ni mucho menos; por el contrario, es sumamente locuaz y ameno en su conversación, salpicada todo el tiempo por expresiones pintorescas, y sazonada con su correspondiente ración de ajos y cebollas. La primera dificultad para entenderlo es su difícil vocalización, que sólo aquellos que lo conocemos de tiempo hemos aprendido a decodificar o a interpretar. Pero la dificultad más grande son los conceptos que están detrás de sus palabras y que muy pocos tienen la paciencia de detectar y asimilar. Y además de todo esto, su escritura es un verdadero desastre; porque escribe tal cual como habla y piensa (rápido y en difícil) asumiendo que los demás también manejan los conceptos que a él le ha tomado años en desarrollar. En resumen: escribe al margen de la gramática sobre temas que están a la vanguardia de la ciencia y la tecnología.

Filosofía de Máquinas, Antroponomía, Matrices de Cambio, Convertidores de Energía, son algunos de los términos y conceptos que ha desarrollado a lo largo del tiempo. Pero no se vaya a creer que él anda perdido en la nube de sus elucubraciones porque, ante todo (y esto es lo importante), siempre baja del plano teórico-conceptual a los predios más prosaicos del diseño, la investigación, el desarrollo, la ingeniería y la producción.

Llegado a este punto, muchos se estarán preguntando ¿si todo esto es cierto, por qué es que su nombre permanece en el anonimato, sus descubrimientos no son conocidos y sus aplicaciones no son difundidos en los ámbitos académicos o empresariales? ¿Dónde están los papers que ha publicado, dónde los trabajos que ha realizado y dónde las patentes que ha registrado? Difícil precisarlo, porque a él esas cosas parece no interesarle mucho; aunque puedo afirmar que varios frutos de sus afanes están desperdigados en diversas partes del Perú y del extranjero. A lo largo de los doce o más años trascurridos desde la llamada telefónica de marras, he sido testigo del tortuoso recorrido de algunas de sus ideas y de algunos resultados de sus trabajos, ya sea a través de ocasionales conversaciones personales o de fotocopias o e-mails que me ha ido proporcionando a cuentagotas y que ahora forman un legajo considerable. Hasta donde dan mis conocimientos (ya bastante oxidados y magullados por el tiempo) me da la impresión de que muchas de las cosas desarrolladas por él tienen fundamentos bastante sólidos; aunque, como queda dicho, son originales, poco convencionales y algo (o bastante) apartados de la corriente tradicional. Me consta que ha hecho estudios formales de ingeniería mecánica, eléctrica y naval, aparte de poseer conocimientos no formales de matemáticas avanzadas, agricultura, historia y algunos idiomas, entre ellos el holandés. Poca cosa ¿verdad?

He visto y he probado vinos fabricados artesanalmente por él; snacks hechos de camote “chancho”, polvo de pescado (no harina) libre de histaminas y apto para el consumo humano que podría ser utilizado en forma de galletas para nutrir y aplacar el hambre de mucha gente; aplicaciones técnicas novedosas de producción en base al conocimiento combinado de ingeniería naval y principios básicos de termodinámica; una maquinita de bajo costo descarnadora de anchoveta que, utilizando su propia expresión “ es la mueeerrrte”, y otras cosas más. Pero él, sigue siendo una gran incógnita para mí y para todos los que lo conocen; entre los que se cuenta su propia familia.

Y nuevamente surge la gran pregunta: ¿Cómo es posible que este cuasi genio, o aspirante a serlo, no sea conocido o no se haya hecho millonario con tanto conocimiento, creatividad y habilidades para la ingeniería? La pregunta me la he hecho varias veces y se la he hecho a él también en forma reiterada. Y si bien él me ha dado sus razones, la única explicación que me acomoda se parece a la que se lee en el primer capítulo de la inmortal obra de Cervantes, Don Quijote de La Mancha, y que comienza con: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece…” Hay otra explicación que se me ocurre y es más simple. Los genios no se sujetan a las leyes y normas de los demás mortales, ni tienen las mismas motivaciones e intereses que la gente “normal”. Son excéntricos por naturaleza y por definición. Ellos crean sus propias leyes y convenciones y viven de acuerdo a ellas. Mal hacemos en tratar de entenderlos a través de las normas con las que nos regimos los demás mortales o de tratar de aplicarles la lógica convencional para juzgarlos. Veamos si no, los casos históricos y los actuales. Algunos de ellos alcanzan fama y fortuna, otros solamente fama (y a veces póstuma); pero los más viven o vivieron apremiados por las necesidades y mueren al borde de la miseria y del olvido. Espero que esto último no le suceda a mi amigo.

Lo que nos lleva al meollo del asunto: ¿Es mi amigo Raúl un genio? Yo se lo he insinuado; pero él lo ha negado. El tiempo dirá quien tuvo la razón. Mientras tanto, me queda por satisfacer dos grandes curiosidades. La primera es comprobar si efectivamente su máquina agrícola empezará a ser fabricada industrialmente dentro de poco; y la segunda, mucho más importante, es saber si a raíz de este primer acontecimiento, el trabajo de toda una vida empezará a ser reconocido, difundido y aplicado en sus múltiples posibilidades para beneficio del país y de la humanidad.

Detrás de todo producto tecnológico relevante hay una larga historia de sueños, de inventiva y de esfuerzos de mucha gente, y que sólo se conoce cuando dicho producto es lanzado al mercado, tiene acogida y es adquirido por la gente. La máquina agrícola, o cualesquiera sea el nombre comercial que adopte, no escapa a este patrón. Lo importante es saber si tendrá o no el éxito esperado, porque en ese caso, los conocimientos y las tecnologías que han servido para desarrollarla estarán disponibles para otros productos, no necesariamente agrícolas. En consecuencia, y aparte de mi natural curiosidad, si el proyecto no culmina por cualquier razón, pienso que mi amigo no será el único decepcionado. Es más, creo que yo lo sentiré más que él.

Para finalizar, acompaño una brevísima síntesis del problema del agro en el Perú desde la particular óptica de mi amigo y de su solución vía la aplicación de su máquina agrícola.

APENDICE

El problema del minifundio en el Perú es muy conocido, estudiado y objeto de reiterados intentos de solución, ninguno de los cuales ha funcionado. Uno de los últimos intentos fue la Reforma Agraria emprendida por el gobierno militar en los años setenta; y ya sabemos cómo terminó. Se sabe que el problema no es solamente técnico sino también social, cultural, económico y político. Tecnificar la propiedad fragmentada en multitud de pequeñas extensiones de terreno tropieza con una primera dificultad que en muchos casos resulta insalvable; y es el costo de las máquinas agrícolas. Comprar o alquilar las máquinas que se encuentran en el mercado resulta demasiado oneroso y nada rentable para familias que llevan una economía de subsistencia. ¿Y por qué esto es así? Porque las máquinas que se fabrican y comercializan en el mundo están hechas para las realidades donde no existe el minifundio, en donde las extensiones de las parcelas agrícolas son enormes y pueden absorber y justificar el costo de dichas máquinas. No es el caso del Perú en donde la única forma de financiar las inversiones sería mediante la asociación de varios parceleros y eso resulta complicado y poco viable. La potencia más baja de dichas máquinas es de 10 H.P. y su costo lo hace prohibitivo. Este hecho nos lleva a una encrucijada que tiene una obvia y única solución: disponer de máquinas con potencias menores de 2, 3 o 5 H.P. Y como éstas no existen, hay que diseñarlas y construirlas localmente. Esto parece retrotraernos a épocas pasadas, al viejo sueño del desarrollo nacional propio y a la política de sustitución de importaciones impulsada por la CEPAL. Podría pensarse que ese es un capítulo cerrado y enterrado y que resulta una locura querer desenterrarla nuevamente. Pero; en el Perú hay gente muy terca. Es el caso de mi amigo Raúl y de su máquina agrícola. No se trata de impulsar nuevamente la industria nacional en su conjunto sino la de un sector clave cual es la agricultura; pero, en especial, tratar de resolver el problema del minifundio que está directamente relacionado con el acuciante problema del hambre y la pobreza en las zonas rurales del país.

La teoría ya se inventó; la investigación y el desarrollo ya se ha hecho; los diseños ya se tienen y los prototipos también. El problema del financiamiento es lo último que al parecer se está resolviendo. Ha llegado pues el momento de convertir los sueños en realidad. ¿Será la máquina agrícola un sueño más o una utopía producto de una mente alterada? O será en cambio el inicio de la solución a los problemas del agro en nuestro país. El tiempo lo dirá. Hay mucha gente talentosa en el Perú con ideas brillantes; pero que por una u otra razón se hunden en el anonimato o terminan frustrados sin haber sido escuchados o comprendidos. Espero que mi amigo Raúl no pase a engrosar esa legión.

4 de septiembre de 2010

Jaime Sandoval Espinoza

[1] Imposible no recordar las palabras de Fray Luís de León cuando a su retorno a XXX luego de XXX años de ausencia: “Cómo decíamos ayer…”

VIDA 2.0 [1]

Escribe Jaime Sandoval Espinoza

Data: 6 de agosto; 210.

Y el hombre hizo la vida”

“La Vida Artificial, materia de sueños y pesadillas, ha arribado”

The Economist, Mayo 22, 2010

Es asombroso: La noticia más extraordinaria del siglo y tal vez de toda la historia de la humanidad ha pasado casi desapercibida para la mayoría de la gente. Esto debería merecer una explicación.

En 1818 Mary Shelley, una escritora de apenas 20 años, concibió la alucinante idea de ensamblar partes de cadáveres e infundirles vida mediante descargas eléctricas, idea que volcó en una novela que desde entonces se ha hecho inmortal: Frankenstein. Shelley, sin embargo, no fue la primera que trató este tema. Los griegos, por ejemplo, crearon el mito de Prometeo y por ello, la célebre novela de Shelley lleva por subtítulo: El Moderno Prometeo.

En 1953 dos científicos, James Watson y Francis Crick, dieron a conocer al mundo el secreto mejor guardado de la naturaleza, culminando el esfuerzo de cientos de investigaciones durante más de un siglo: el código genético encerrado celosamente en las entrañas del núcleo de las células, en los cromosomas, tenía la forma de una doble hélice enroscada en una larga cadena con peldaños conocida como ADN, acrónimo del casi impronunciable nombre Acido DesoxiriboNucleico. Por este descubrimiento recibieron el Premio Nobel.

En 1990 empezó la carrera más fantástica y ambiciosa de la Biología. Los corredores fueron dos: la entidad pública Proyecto Genoma Humano auspiciado por el gobierno de los Estados Unidos y la empresa privada Celera Genomics fundada y dirigida por el doctor Craig Venter. La meta: decodificar el Genoma Humano; vale decir, descifrar el mensaje genético compuesto por aproximadamente tres mil millones de caracteres o letras (pares de bases A, C, G, T) que encierra la clave para construir un ser humano. La carrera, que se pensó terminaría el año 2005, acabó en un empate técnico en 1999 con un resultado sorprendente: el genoma humano “sólo” estaba compuesto por no más de 30 mil genes; es decir, tanto como los de un ratón. Se había dado por hecho que el genoma humano, súmmum de la creación, debería tener mucho más genes que el de las demás especies; sin embargo, no había sido así. El orgullo humano había sufrido una vez más un gran revés.

Pero lo que se pensaba que era el fin de la carrera no fue más que el inicio de otra de mayor alcance y profundidad. Se había logrado conocer el alfabeto del genoma y se había empezado a deletrearlo; ahora había que aprender a leer las palabras y el significado del libro.

Craig Venter, que ya tenía en su haber entre otros logros la síntesis de un virus, fue uno de los que se impuso la tarea prometeica de no sólo leer el libro de la vida sino que, jugando a ser Dios, compitiendo con la naturaleza y desafiando la incredulidad de la gente y el rechazo de colegas y de instituciones, decidió crear vida a partir de la materia inerte. Y, coincidentemente, el pasado 20 de Mayo, a 200 años del nacimiento de Charles Darwin, padre de la Teoría de la Evolución, él y el doctor Collins dieron a conocer al mundo haber logrado su propósito: el ADN de la bacteria Mycoplasma Genitalium había sido sintetizada utilizando únicamente elementos químicos, no biológicos. Implantado el ADN artificial en el núcleo vacío de la célula, ésta se puso a funcionar, a vivir y a reproducirse como cualquier célula normal. Craig Venter y su equipo, cual modernos Frankenstein, habían logrado lo que otros sólo se habían atrevido a soñar.

La noticia fue difundida durante algunos días por las revistas especializadas y muchos medios de comunicación; pero luego, otras noticias de interés más inmediato acapararon la atención de la gente. Al parecer, en medio de la multitud de noticias extraordinarias que recibimos diariamente, nuestra capacidad de asombro parece haberse agotado y ya no somos capaces de distinguir lo impactante de lo trascendente. El acontecimiento de la creación de la vida artificial a nivel bacteriano no ha sido comprendido en toda su dimensión y consecuencias. Vale la pena entonces hacer unas cuantas disquisiciones para tratar de entender el por qué.

Hace unos ocho o nueve mil años, grupos de humanos primitivos comenzaron a descubrir los secretos de la tierra y a producir en forma sistemática los alimentos necesarios para su supervivencia. De nómades pasaron a ser sedentarios. Nadie fue capaz de percatarse de que un nuevo conocimiento trascendental, la agricultura, había empezado a surgir entre los hombres, marcando un hito fundamental en la historia de la humanidad.

El nacimiento de niño en un pesebre hace dos mil años pasó desapercibido para el mundo, incluso para el reducido entorno de un pueblo sin importancia en un rincón de la Palestina; pero con el paso del tiempo, los hombres han identificado ese día como el punto de referencia de una nueva era, de validez universal.

La Toma de la Bastilla fue uno de los tantos acontecimientos que ocurrieron en Francia durante los turbulentos años que después serían conocidos como La Revolución Francesa. A nadie se le hubiera ocurrido pensar en ese entonces que ese tumultuoso acontecimiento quedaría marcado en la Historia como un cambio de época.

Un artilugio estrambótico que después sería conocido como máquina de vapor dio inicio a uno de los mayores cambios en el progreso de la humanidad, sin que nadie intuyera las enormes e increíbles repercusiones de dicho invento. La máquina de vapor marcó el inicio de la Primera Revolución Industrial.

En 1981 la IBM lanzó al mundo la primera computadora personal, masificando el uso de estos aparatos que antes ocupaban enormes espacios y consumían grandes cantidades de energía. La Era de la Información se consolidó con ese gran paso y su natural secuela de prodigios es lo que ahora empieza a ser conocido con diversos nombres: la era del conocimiento, la era de las máquinas inteligentes o la era de las máquinas espirituales. El nombre poco importa; lo importante son los cambios acelerados que está produciendo en la sociedad. Los cambios anteriores tardaron décadas y siglos en afectar la vida de los humanos dándoles tiempo para adaptarse. Los cambios actuales nos están agarrando desprevenidos ¡y no nos damos cuenta de ello!

Estos pocos ejemplos nos permiten esbozar una posible explicación del porqué el mayor logro de la ciencia y la tecnología en el campo de la Biología Sintética no haya merecido el reconocimiento adecuado de la gente ni de los medios de comunicación; algo que afectará al género humano desde sus raíces y para siempre. Por primera vez en la historia, la manipulación genética producirá especies vivientes “a la carta”. ¿Sueño o pesadilla? Ni lo uno ni lo otro. Es simplemente una realidad futura que nos está alcanzando y envolviendo sutilmente cambiando sin duda alguna nuestra forma de pensar sobre nuestra propia naturaleza y nuestro destino.

Más de uno considera que el logro del doctor Venter marca un antes y un después en la historia de la Biología. De las innumerables aplicaciones que ya se vienen haciendo, que están en proyecto o las inimaginables que están por venir, baste mencionar una para que tengamos un atisbo de su importancia. Muy pronto, los hijos podrán ser “diseñados” por sus padres, dotándolos con las características y potencialidades que consideren más deseables. Salud, fortaleza, inteligencia, belleza, rasgos físicos y una larga lista de etcéteras estarán a disposición o al capricho de la gente. Ante esta posibilidad ¿Quién será el padre miserable que no aproveche la oportunidad de tener hijos superdotados? El Mundo Feliz que intuyera el extraordinario pensador Aldous Huxley hace más de medio siglo, empalidece ante las reales perspectivas que la Biología Sintética ofrecerá dentro de poco a los humanos. Y, por otro lado, si los genomas de cada ser humano serán de conocimiento público ¿Quién será el empleador o la compañía de seguros que no discrimine a los que muestren características genéticas no deseadas? La carrera por la perfección humana llegará a límites insospechados. ¿Será el Superhombre de Nietzsche lo que nos depara el futuro o el Monstruo del doctor Frankenstein?

Vida 1.0 es la versión original de todos los seres vivientes hasta el presente. Dios o la Naturaleza la hicieron. La nueva versión 2.0 es la que los seres humanos han empezado a crear. ¿Será este software mejor que el anterior? O tendrá, como toda obra humana (inhumana o sobrehumana) sus fallos y sus consecuencias y serán necesarios parches y remiendos para que funcione “bien”. Y ¡OJO! No nos olvidemos de los miles de hackers que estarán al acecho para producir sus propias versiones de seres sintéticos.

Jaime Sandoval Espinoza La Molina, 6 de Agosto de 2010



[1] Este artículo es el tercero de la saga de tres escritos sobre el mismo tema. Los otros dos fueron: Dos Modernos Frankenstein (Abril de 2008) y Algún día seremos Dioses (Octubre de 2009).

EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ *

* Escribe Jaime Sandoval Espinoza

Data: 4 de enero de 2008

En estos momentos, la Franja de Gaza, gobernada por la facción radical palestina Hamas, es objeto de ataques por aire, mar y tierra de las fuerzas armadas de Israel. El conflicto árabe israelí, que no tiene cuando acabar, estalla una vez más con su saldo de destrucción y de muerte en las castigadas tierras del Medio Oriente, que por casualidad o por designio es cuna o punto de encuentro de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo.

¿Es necesario tomar partido por alguna de las partes? ¿Qué intereses hay en juego? ¿Cuál es el origen del conflicto? ¿Quién tiene la razón? ¿Hay visos de solución? Estas y otras preguntas vienen a la mente ante una situación que desata hondos sentimientos encontrados y desafía la razón. Si fuéramos palestinos (árabes o musulmanes) o si fuéramos israelitas (o judíos) creo que las respuestas serían más sencillas, aunque el conflicto seguiría tan enredado como siempre. Y ese es, creo yo, una de las características del conflicto que hacen de él uno de difícil o imposible solución.

Los que vivimos en esta parte del mundo llamada Occidente tenemos una visión necesariamente sesgada del conflicto. E igual sucede probablemente con los que viven en el Oriente, o más precisamente en la extensa zona dominada o influenciada por el mundo musulmán. En una y otra parte la información que llega o se difunde al gran público es cuantitativa y cualitativamente favorable a una de las dos partes. Y aunque los medios modernos de comunicación le permiten a algunos el acceso a información más variada, diferente o relativamente independiente, esto no cambia el hecho fundamental de que los acontecimientos se miran con cristales de diferente color. Como ya lo descubrieron y aplicaron los nazis en el siglo pasado, la propaganda es una de las armas más eficaces que se utilizan en las guerras modernas. Si admitimos lo anterior como cierto, estaremos en mejores condiciones de entender el conflicto actual sin dejarnos llevar ni por la propaganda ni por nuestros naturales afectos o prejuicios respecto de los protagonistas, y enfrentar de mejor manera ese principio que dice que en toda guerra la primera víctima es la verdad.

¿Debemos tomar partido por alguna de las partes? No. A menos que seamos miembros activos, participantes directos o afectados por las partes en conflicto.

¿Qué intereses hay de por medio? Muchos, desgraciadamente, y de diferente índole. Intereses políticos, económicos y religiosos, internacionalizan un conflicto que abarca a todo el mundo y cuyas raíces se hunden en la historia y aún en la leyenda.

¿Cuál es el origen del conflicto? El abanico de respuestas es muy amplio. En un extremo está la explicación de que Israel sólo estaría respondiendo a los constantes ataques palestinos con cohetes y atentados a la población civil israelí y que su único objetivo es eliminar a los radicales de Hamas, en un acto de legítima defensa. En el otro extremo está la explicación de que el Estado de Israel, enclavado en el mundo musulmán desde 1948 por mandato de la ONU, no tiene derecho a existir y a ocupar esas tierras desplazando a miles de palestinos de sus lugares ancestrales. Entre estos extremos hay decenas o centenares de argumentos y otras explicaciones; pero una cosa en común es el factor histórico que por desgracia está impregnado hasta el tuétano de creencias religiosas irreconciliables.

¿Quién tiene la razón? Todos y ninguno. Esta respuesta parece fácil e inútil; pero es práctica y real; porque permite situar el problema en un terreno más fértil para plantear soluciones prácticas y reales. Si se tratara de encontrar una solución basada en el derecho histórico que tienen los pueblos para estar donde están, habría que admitir como hechos reales, sucesos extraordinarios y milagrosos ocurridos en un remoto y mítico pasado. Y eso, plantea la posibilidad de un interminable y legítimo cuestionamiento de ese derecho. El conflicto actual entre palestinos e israelitas se inscribe, como sabemos, en un conflicto mayor árabe-israelí, que a su vez forma parte de otro aún mayor cristiano-judeo-musulmán, que también podría asimilarse a otro occidental-oriental. Los intereses son pues múltiples y se entrecruzan, lo que impide saber a ciencia cierta quién tiene la razón. Hay más de una en juego.

¿Hay visos de solución? Sí los hay; pero mucho depende de lo que se entienda por solución. En eso es lo que hay que ponerse de acuerdo y esa es la parte más difícil. Al menos, así ha sido hasta ahora. Los anticuerpos y los radicalismos en una y otra parte son muy grandes e impiden llegar a soluciones duraderas, por lo que las que se alcanzan siempre son temporales y precarias. [1]

Un primer gran punto de partida de una posible solución sería el reconocimiento del derecho a la existencia del Estado de Israel, por parte de los países musulmanes. A estas alturas, pensar que Israel pueda abandonar el territorio que tiene es no sólo una utopía sino una majadería, al margen del derecho que tenga o no para estar allí. Hay realidades que no se pueden ocultar, gusten o no. Pero esto trae aparejado el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, constituido y con plenos derechos a funcionar como tal. Una cosa no puede ir sin la otra. Israel ya es un Estado, Palestina no.

Un segundo punto, ligado estrechamente al primero pasa por determinar qué territorios les pertenecen o se adjudican a unos y otros. Cuando se creó el Estado de Israel, la ONU asignó a cada uno un territorio; pero ahora, más de medio siglo después y como fruto de las interminables guerras, anexiones y ocupaciones de hecho, las fronteras son otras muy distintas y favorecen a Israel. Creo que éste es un punto crucial a debatir para encontrar cualquier posible solución al conflicto actual. Asumiendo que los países involucrados reconozcan el derecho a existir como Estados tanto a palestinos como israelíes, la discusión sobre qué territorios les pertenecen no tiene más que dos escenarios posibles: 1) La situación determinada por las Naciones Unidas en 1948 o 2) La situación actual. Llegar a ponerse de acuerdo en una u otra (o alguna intermedia reconocida por ambos) es toda una tarea erizada de dificultades, pero con un derrotero conocido. Y una vez llegado a este primer acuerdo, entrar en negociaciones para determinar el territorio y las fronteras comunes definitivas. Este es, me parece, el camino justo, racional y pragmático. De otro modo, se abren las puertas a la arbitrariedad y al imperio de la fuerza como vehículos de solución, lo que augura el surgimiento de nuevos conflictos y brotes de violencia en el futuro. No hay que olvidar que Israel es un país con poderío nuclear y eso le sirve de pretexto a Irán para serlo también. Nada bueno se puede esperar de una situación así. Pero a eso nos estamos encaminando.

La Molina, 4 de enero de 2008

Jaime Sandoval Espinoza



[1] En 1978 Mohamed Anwar el-Sadat (Egipto) y Menachem Begin (Israel) fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz, entre otras cosas por haber firmado el acuerdo de paz de Camp David. Ambos sufrieron fuerte oposición y rechazo en sus respectivos países. Sadat murió asesinado y Begin decepcionado por las consecuencias de la guerra del Líbano se sometió a un ostracismo voluntario. Es casi imposible encontrar una solución que satisfaga a dos partes en conflicto, y menos cuando éste es más que milenario y lleva en sus entrañas creencias religiosas irreconciliables.