Escribe Jaime Sandoval Espinoza
Data: 4 de septiembre, 2010
“Hola Sandoval. ¿Sabes que he inventado dos ciencias?” Así, con estas palabras, empezó una conversación telefónica que se prolongó por más de media hora, una ya lejana noche del año noventa y tantos. Lo curioso es que mi interlocutor y yo habíamos perdido todo contacto desde hacía más de veinte años y lo primero que se le ocurrió decir a mi amigo cuando me llamó fueron esas palabras tan poco convencionales para la ocasión.[1] Y desde entonces hasta la fecha nuestros encuentros personales, telefónicos o por correo han sido así de espontáneos e inesperados; pero todos preñados de novedades y de información interesante, sugerente y fuera de lo común.
Valga la referencia anterior para dejar entrever algo de la extraña personalidad de quien motiva estas líneas. Hace pocos días estuvimos reunidos algunos miembros de la Promoción del año 54 de la que en su tiempo fue la Gran Unidad Escolar Bartolomé Herrera y que ahora es uno de los Colegios Emblemáticos totalmente remodelados por el actual gobierno. Y, como era de esperar (valga la paradoja), nuestro amigo se apareció para anunciarnos que uno de estos días de Septiembre culminaría la obra de su vida con la firma de unos contratos para producir industrialmente lo que llamaremos por el momento la máquina agrícola: una máquina para trabajar la tierra, versátil, funcional, adaptada a nuestra geografía y sobre todo sumamente económica; fruto de la incorporación de técnicas y tecnología originales desarrolladas por él. Esa será su contribución a resolver el problema del minifundio en el Perú y del hambre en el mundo. Así de simples y así de ambiciosas sus ideas y sus pretensiones.
Para poder apreciar con mayor objetividad sus afirmaciones es necesario remontarse a muchos años atrás cuando esas ideas empezaron a germinar en su cabeza. Yo sólo puedo dar cuenta parcial de ellas desde los años de secundaria cuando, allá por el año 1953, llegó al Bartolomé Herrera trasladado de otro colegio, un muchacho moreno, flaco, desgarbado y juguetón, a quien nadie nunca lo tomó en serio; ni aún ahora, medio siglo después. Debo confesar que yo también participaba de esa misma apreciación hasta que recibí esa inesperada llamada a fines de los noventa y comencé recién a conocerlo y a saber parte de su historia, de sus proyectos, de sus elucubraciones y de su particular forma de mirar el mundo y de comportarse en él.
Uno de los problemas que tiene, del cual parece no estar consciente, o si lo está no parece importarle mucho, es su dificultad para comunicarse con los demás. Y no es que sea introvertido ni mucho menos; por el contrario, es sumamente locuaz y ameno en su conversación, salpicada todo el tiempo por expresiones pintorescas, y sazonada con su correspondiente ración de ajos y cebollas. La primera dificultad para entenderlo es su difícil vocalización, que sólo aquellos que lo conocemos de tiempo hemos aprendido a decodificar o a interpretar. Pero la dificultad más grande son los conceptos que están detrás de sus palabras y que muy pocos tienen la paciencia de detectar y asimilar. Y además de todo esto, su escritura es un verdadero desastre; porque escribe tal cual como habla y piensa (rápido y en difícil) asumiendo que los demás también manejan los conceptos que a él le ha tomado años en desarrollar. En resumen: escribe al margen de la gramática sobre temas que están a la vanguardia de la ciencia y la tecnología.
Filosofía de Máquinas, Antroponomía, Matrices de Cambio, Convertidores de Energía, son algunos de los términos y conceptos que ha desarrollado a lo largo del tiempo. Pero no se vaya a creer que él anda perdido en la nube de sus elucubraciones porque, ante todo (y esto es lo importante), siempre baja del plano teórico-conceptual a los predios más prosaicos del diseño, la investigación, el desarrollo, la ingeniería y la producción.
Llegado a este punto, muchos se estarán preguntando ¿si todo esto es cierto, por qué es que su nombre permanece en el anonimato, sus descubrimientos no son conocidos y sus aplicaciones no son difundidos en los ámbitos académicos o empresariales? ¿Dónde están los papers que ha publicado, dónde los trabajos que ha realizado y dónde las patentes que ha registrado? Difícil precisarlo, porque a él esas cosas parece no interesarle mucho; aunque puedo afirmar que varios frutos de sus afanes están desperdigados en diversas partes del Perú y del extranjero. A lo largo de los doce o más años trascurridos desde la llamada telefónica de marras, he sido testigo del tortuoso recorrido de algunas de sus ideas y de algunos resultados de sus trabajos, ya sea a través de ocasionales conversaciones personales o de fotocopias o e-mails que me ha ido proporcionando a cuentagotas y que ahora forman un legajo considerable. Hasta donde dan mis conocimientos (ya bastante oxidados y magullados por el tiempo) me da la impresión de que muchas de las cosas desarrolladas por él tienen fundamentos bastante sólidos; aunque, como queda dicho, son originales, poco convencionales y algo (o bastante) apartados de la corriente tradicional. Me consta que ha hecho estudios formales de ingeniería mecánica, eléctrica y naval, aparte de poseer conocimientos no formales de matemáticas avanzadas, agricultura, historia y algunos idiomas, entre ellos el holandés. Poca cosa ¿verdad?
He visto y he probado vinos fabricados artesanalmente por él; snacks hechos de camote “chancho”, polvo de pescado (no harina) libre de histaminas y apto para el consumo humano que podría ser utilizado en forma de galletas para nutrir y aplacar el hambre de mucha gente; aplicaciones técnicas novedosas de producción en base al conocimiento combinado de ingeniería naval y principios básicos de termodinámica; una maquinita de bajo costo descarnadora de anchoveta que, utilizando su propia expresión “ es la mueeerrrte”, y otras cosas más. Pero él, sigue siendo una gran incógnita para mí y para todos los que lo conocen; entre los que se cuenta su propia familia.
Y nuevamente surge la gran pregunta: ¿Cómo es posible que este cuasi genio, o aspirante a serlo, no sea conocido o no se haya hecho millonario con tanto conocimiento, creatividad y habilidades para la ingeniería? La pregunta me la he hecho varias veces y se la he hecho a él también en forma reiterada. Y si bien él me ha dado sus razones, la única explicación que me acomoda se parece a la que se lee en el primer capítulo de la inmortal obra de Cervantes, Don Quijote de La Mancha, y que comienza con: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece…” Hay otra explicación que se me ocurre y es más simple. Los genios no se sujetan a las leyes y normas de los demás mortales, ni tienen las mismas motivaciones e intereses que la gente “normal”. Son excéntricos por naturaleza y por definición. Ellos crean sus propias leyes y convenciones y viven de acuerdo a ellas. Mal hacemos en tratar de entenderlos a través de las normas con las que nos regimos los demás mortales o de tratar de aplicarles la lógica convencional para juzgarlos. Veamos si no, los casos históricos y los actuales. Algunos de ellos alcanzan fama y fortuna, otros solamente fama (y a veces póstuma); pero los más viven o vivieron apremiados por las necesidades y mueren al borde de la miseria y del olvido. Espero que esto último no le suceda a mi amigo.
Lo que nos lleva al meollo del asunto: ¿Es mi amigo Raúl un genio? Yo se lo he insinuado; pero él lo ha negado. El tiempo dirá quien tuvo la razón. Mientras tanto, me queda por satisfacer dos grandes curiosidades. La primera es comprobar si efectivamente su máquina agrícola empezará a ser fabricada industrialmente dentro de poco; y la segunda, mucho más importante, es saber si a raíz de este primer acontecimiento, el trabajo de toda una vida empezará a ser reconocido, difundido y aplicado en sus múltiples posibilidades para beneficio del país y de la humanidad.
Detrás de todo producto tecnológico relevante hay una larga historia de sueños, de inventiva y de esfuerzos de mucha gente, y que sólo se conoce cuando dicho producto es lanzado al mercado, tiene acogida y es adquirido por la gente. La máquina agrícola, o cualesquiera sea el nombre comercial que adopte, no escapa a este patrón. Lo importante es saber si tendrá o no el éxito esperado, porque en ese caso, los conocimientos y las tecnologías que han servido para desarrollarla estarán disponibles para otros productos, no necesariamente agrícolas. En consecuencia, y aparte de mi natural curiosidad, si el proyecto no culmina por cualquier razón, pienso que mi amigo no será el único decepcionado. Es más, creo que yo lo sentiré más que él.
Para finalizar, acompaño una brevísima síntesis del problema del agro en el Perú desde la particular óptica de mi amigo y de su solución vía la aplicación de su máquina agrícola.
APENDICE
El problema del minifundio en el Perú es muy conocido, estudiado y objeto de reiterados intentos de solución, ninguno de los cuales ha funcionado. Uno de los últimos intentos fue la Reforma Agraria emprendida por el gobierno militar en los años setenta; y ya sabemos cómo terminó. Se sabe que el problema no es solamente técnico sino también social, cultural, económico y político. Tecnificar la propiedad fragmentada en multitud de pequeñas extensiones de terreno tropieza con una primera dificultad que en muchos casos resulta insalvable; y es el costo de las máquinas agrícolas. Comprar o alquilar las máquinas que se encuentran en el mercado resulta demasiado oneroso y nada rentable para familias que llevan una economía de subsistencia. ¿Y por qué esto es así? Porque las máquinas que se fabrican y comercializan en el mundo están hechas para las realidades donde no existe el minifundio, en donde las extensiones de las parcelas agrícolas son enormes y pueden absorber y justificar el costo de dichas máquinas. No es el caso del Perú en donde la única forma de financiar las inversiones sería mediante la asociación de varios parceleros y eso resulta complicado y poco viable. La potencia más baja de dichas máquinas es de 10 H.P. y su costo lo hace prohibitivo. Este hecho nos lleva a una encrucijada que tiene una obvia y única solución: disponer de máquinas con potencias menores de 2, 3 o 5 H.P. Y como éstas no existen, hay que diseñarlas y construirlas localmente. Esto parece retrotraernos a épocas pasadas, al viejo sueño del desarrollo nacional propio y a la política de sustitución de importaciones impulsada por la CEPAL. Podría pensarse que ese es un capítulo cerrado y enterrado y que resulta una locura querer desenterrarla nuevamente. Pero; en el Perú hay gente muy terca. Es el caso de mi amigo Raúl y de su máquina agrícola. No se trata de impulsar nuevamente la industria nacional en su conjunto sino la de un sector clave cual es la agricultura; pero, en especial, tratar de resolver el problema del minifundio que está directamente relacionado con el acuciante problema del hambre y la pobreza en las zonas rurales del país.
La teoría ya se inventó; la investigación y el desarrollo ya se ha hecho; los diseños ya se tienen y los prototipos también. El problema del financiamiento es lo último que al parecer se está resolviendo. Ha llegado pues el momento de convertir los sueños en realidad. ¿Será la máquina agrícola un sueño más o una utopía producto de una mente alterada? O será en cambio el inicio de la solución a los problemas del agro en nuestro país. El tiempo lo dirá. Hay mucha gente talentosa en el Perú con ideas brillantes; pero que por una u otra razón se hunden en el anonimato o terminan frustrados sin haber sido escuchados o comprendidos. Espero que mi amigo Raúl no pase a engrosar esa legión.
4 de septiembre de 2010
[1] Imposible no recordar las palabras de Fray Luís de León cuando a su retorno a XXX luego de XXX años de ausencia: “Cómo decíamos ayer…”